El fervor de justicia
de sorpresa (en sorpresa)
erigió al Maldito.
Por un filosófico exceso,
obseso a la Idea, de Bien:
la estupidez de la sospecha,
el yoyó de los ingenuos.
Y yo
voy
como un Descartes.
Siempre solo.
Siempre aparte.
Mirándote pasar por la ventana, Máquina.